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Rafael NUÑEZ FLORENCIO | Publicado el 18/11/2011
El título de esta obra, en su traducción castellana (Y siguió la fiesta. La vida cultural en el París ocupado por los nazis), nos recuerda inevitablemente el de las memorias del joven Ernest Hemingway de los años veinte, París era una fiesta. Pero la alusión se carga de sarcasmo porque la protagonista no es ahora la despreocupada y elegante urbe de una bohème dorada en una prolongación tardía de la belle époque, sino la capital de una nación derrotada, humillada y ocupada por el enemigo secular: el París sometido por los nazis, con la Wehrmacht desfilando por sus calles y la esvástica ondeando en sus edificios emblemáticos. En efecto, tras una breve guerra de apenas unos meses la Alemania del Tercer Reich había dejado a Francia postrada y dividida en dos: la capital quedaba en la zona de directo control alemán, mientras que en Vichy se instalaba el régimen títere del mariscal Pétain.Adolf Hitler en París, un día después de la capitulación formal de Francia, el 23 de junio de 1940